La Amazonía es un bioma estratégico no solo desde el punto de vista de la biodiversidad y para los pueblos que habitan en ella, sino que su importancia extrapola el territorio nacional con implicaciones globales en la regulación del clima. Al ritmo actual de aumento de las tasas de deforestación, no podemos garantizar que la selva como la conocemos permanezca así por mucho tiempo.
Los municipios de la región Norte en los que Bolsonaro ganó la primera vuelta de las elecciones en 2022 se concentran en el “arco de la deforestación”, región dominada por grileiros de tierra, hacendados, madereros y mineros artesanales ilegales. Este es el motor de la deforestación ilegal en la Amazonía, que ha ido en aumento desde 2015. Un aumento más pronunciado comienza a producirse en 2019 con la toma de posesión del actual presidente y su emprendimiento contra lo que él denomina la “industria de multas de IBAMA”. En los últimos tres años, el aumento medio de la deforestación, según el sistema PRODES del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE, en portugués) fue del 20% anual.
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El profesor Dr. Carlos Nobre, uno de los más respetados climatólogos del país y miembro del panel IPCC, fue uno de los mentores de la teoría del “punto de no retorno” (o tipping point). En resumen, una serie de estudios espaciales y de campo a lo largo de las décadas señalan que si la Amazonía llega a perder el 25% de su cobertura original, las implicaciones negativas en el ciclo de lluvias afectarán permanentemente la capacidad de regeneración de la selva, levando a su sabanización .
La deforestación debe ser analizada no solamente con relación al área, sino también con relación al lugar donde ocurre. La discontinuidad de selvas en la Amazonía oriental, región predominantemente bolsonarista, puede interrumpir el transporte de humedad de los océanos para el interior del continente. Tendríamos, en este caso, la interrupción del ciclo de lluvias que transporta humedad para otras regiones. Los paulistas que también escogieron Bolsonaro como representante y dieron casi el triple de votos para Ricardo Salles con relación a Marina Silva, talvez no tengan conocimiento de cuán importante es la Amazonía para el régimen de lluvias en el centro-oeste, sudeste y sur do Brasil.
Si fuera reelecto, con el nuevo Senado proporcionándole mayor apoyo, Bolsonaro tendrá facilidad para desmantelar lo restante de las políticas de protección ambiental, llevando a aumentos aún más preocupantes de los niveles de deforestación. Hacemos una estimación considerando el aumento actual verificado en su gobierno, de 20% al año para un hipotético segundo mandato de Bolsonaro, seguido de un aumento más moderado de 15% al año para los tres años siguientes.
En este contexto, la Amazonía brasilera con sus 4.196.943 km², llegaría en 2029 a una deforestación acumulada de 1.068.504 km², o sea, una pérdida del 25,5% de su cobertura original. Esta es de hecho una previsión reduccionista al no considerar a área amazónica perteneciente a los otros ocho países que la comparten, con sus tasas de deforestación bastante menores que las de Brasil. Sin embargo, caso alguien dude de la capacidad de depredación forestal, basta verificar lo que ocurrió con la Mata Atlántica en Brasil, que llegó a niveles de 93% de alteración.
Así, el voto por Bolsonaro es un voto de apoyo a la deforestación de la Amazonía. Si esta área del arco de la deforestación aumenta, y va a aumentar, si Bolsonaro fuera reelecto, podremos en poco tiempo observar la sabanización de una parte considerable de la Amazonía, especialmente en sus regiones sur y este. Este es un fenómeno amplificado por la deforestación, que alcanza zonas de bosque aún intactas.
Y la selva ya demuestra señales de debilitamiento en esas regiones, con estaciones secas cada vez más largas y calientes. También se observa una alteración en la composición florística de esas áreas, en la que especies higrófilas (dependientes de alta humedad) ya están siendo sustituidas por especies con mayor resistencia a la sequía, originalmente más comunes en biomas como el Cerrado, con características de sabana.
En resumen, con la reducción de la cobertura boscosa en la Amazonía, se compromete el transporte de lluvias a otras regiones del país, acarreando perjuicios para la agricultura, así como comprometiendo el nivel de los embalses de agua de las centrales hidroeléctricas, lo que significa electricidad más cara y riesgos eminentes de apagones. Los extremos climáticos como lluvias descontroladas y concentradas en un corto intervalo de tiempo también serán más frecuentes con el empeoramiento del fenómeno El Niño. Cabe resaltar que todas esas señales ya se perciben y tenderán a hacerse más frecuentes, de más intensidad e irreversibles si llegamos el punto de no retorno.
No obstante, no todo está perdido. El mundo está atento y el mes pasado el Parlamento Europeo aprobó una nueva ley contra la deforestación destinada a controlar la entrada de productos relacionados con la destrucción de bosques y violaciones de los derechos humanos en las áreas forestales de todo el mundo. Para Brasil, la medida podrá representar serias sanciones económicas o podría ayudar a cerrar las puertas para deforestadores e infractores, al tiempo que aportaría más seguridad a las empresas que producen sin deforestación y de forma responsable.
La Amazonía es cuestión de seguridad nacional, de economía, de soberanía, de supervivencia para las generaciones actuales y futuras y está bajo enorme amenaza interna. En este escenario catastrófico necesitamos poner fin al ciclo de destrucción, sustituyendo el actual gobierno (cabe recordar que todos los otros candidatos de oposición a la presidencia con votación significativa, más de 1%, defienden cero deforestación ilegal), restituyendo el Fondo Amazonía, recaudando así recursos y, en el marco de la Década de la restauración ecológica promovida por la ONU, fomentar iniciativas como las del propio profesor Carlos Nobre, el proyecto Amazonía 4.0, que busca promover de forma innovadora el desarrollo socioeconómico en la región amazónica teniendo como premisa la selva en pie.
*Camilo T. Pedrollo – Biólogo, master en botánica por el Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonía (INPA), actualmente está concluyendo su doctorado en Manejo de Recursos Naturales por la Universidad de Copenhague, Dinamarca, en colaboración con investigadores del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE). Fue consultor de cadenas productivas de productos de la sociobiodiversidad amazónica.
**José Luiz Purri da Veiga Pinto - Ingeniero forestal, master por el Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonía (INPA), realizó investigaciones sobre la biomasa de raíces, suelos y la hidrología en la Amazonía, trabajó con gestión forestal, explotación maderera, certificación FSC, capacitación de caucheros, con experiencia en los estados de Amazonas, Pará, Acre y Rondônia.
***Este es un artículo de opinión. La visión de los autores no necesariamente expresa la línea editorial de Brasil de Fato.
Edición: Flávia Chacon e Rodrigo Durão Coelho