Desde la colonización del Brasil, la intolerancia religiosa y la conversión forzada se han utilizado como instrumentos para la segregación de los pueblos indígenas y la división de sus territorios, con el fin de permitir la explotación indiscriminada de los recursos minerales, ambientales, hídricos y de la tierra. El año pasado, quince organizaciones y 27 líderes indígenas lanzaron un manifiesto contra la persecución de la cultura y el conocimiento de los pueblos indígenas.
“En general, cuando estas sectas e iglesias entran en el territorio, entran con la perspectiva de que las culturas indígenas son pecaminosas. Entonces, toda la forma cultural de ser de un pueblo, su religiosidad, su organización social y política es atacada. Esto crea un desmantelamiento interno. La mayoría de ellos adhieren al fundamentalismo y esto provoca un conflicto irreversible”, explica Roberto Antonio Liebgott, de la Coordinación Regional Sur del Consejo Misionero Indígena (Cimi).
La principal advertencia se refiere al avance de los pentecostales, que entran en los territorios para evangelizar. Según Liebgott, este movimiento puede debilitar la unión entre los pueblos indígenas y llevar a la pérdida del territorio.
“Desprecian al pajé*, desprecian los rituales indígenas. Desprecian los matrimonios y los bautismos y lo convierten todo en pecado. Y esto impide que estos pueblos actúen y reaccionen ante los acontecimientos políticos, ante la negación de sus derechos, ante la negativa de acceder a la posibilidad de que sus territorios sean demarcados”, advierte.
Ex pajé
En 2018, la película “Ex pajé” ganó repercusión mundial al contar la historia de Perpera Suruí, del territorio indígena del Paiter Suruis, que fue pajé durante décadas y sufrió la intolerancia religiosa en su territorio, ubicado entre los estados de Rondonia y Mato Grosso.
El director y guionista del documental, Luiz Bolognesi, dice que conocer la “persecución religiosa” contra los indígenas fue lo que lo motivó a realizar el documental.
“(Fue) el dolor absoluto de Perpera, que durante casi 40 años de su vida fue considerado un gran pajé, y de repente, a causa de una persecución, de la intolerancia, se ve privado de ese lugar de saber, de ese lugar de la palabra, de ese lugar de poder, de ese lugar de conexión con el mundo sagrado y con la ciencia indígena al lugar totalmente humillante de ser el conserje de una iglesia evangélica”, dijo el director en el momento del estreno de la obra, producida por Buriti Filmes, que ganó premios en el Festival It’s All True, el Festival de Chicago y el Festival de Berlín.
“(Vemos hoy) en Brasil el avance de ese segmento evangélico fundamentalista que viene diciendo (que) los que no son evangélicos y no asisten al culto, tienen que ser perseguidos, tienen que ser destruidos, tienen que ser apedreados. Y esto sucede tanto con los templos de candomblé y umbanda en São Paulo y Río, como con los pajé en varias aldeas”, dice.
En contraste con la intolerancia, la ialorixá Jaciara de Ogum, del terreiro Abassá de Ogum, en Itapuã, Bahia, señala que la forma de combatir el odio es el diálogo interreligioso. “Necesitamos estar juntos para dar ejemplo de amor y paz.” Como ejemplo, cita al líder espiritual Dalai Lama: “La mejor religión es la que hace el mejor ser.”
“Tenemos que respetar las elecciones de cada pueblo, de cada comunidad, con respecto a su vida y su futuro, porque deben ser protagonistas de sus propias historias”, concluye Liebgott.
*Pajé: autoridad espiritual indígena, chamán.
Edición: Pedro Ribeiro Nogueira | Traducción: Pressenza