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Opinión | En la ONU Bolsonaro avergüenza a nuestra gente

Si me dijeran que hiciese una síntesis del discurso de Bolsonaro, lo haría con unas pocas palabras: faltó a la verdad

Traducción: Alfredo Iglesias Diéguez

Brasil de Fato | São Paulo (SP) |
Bolsonaro está destruyendo al Brasil, el presente y el futuro de un pueblo. Un pueblo que necesita trabajo, un pueblo que necesita dignidad - Marcos Corrêa / Fotos Públicas

El último martes, día 22, tuvo lugar la apertura del más importante encuentro de la comunidad internacional: la Asamblea General de las Naciones Unidas. Y como ya es habitual, Brasil realizó el discurso de apertura, el discurso inaugural.

Por segunda vez Bolsonaro representó a nuestro país y por segunda vez Bolsonaro avergonzó a nuestro país, avergonzó a nuestra gente. Si me dijeran que hiciese una breve síntesis del discurso de Bolsonaro, lo haría con unas pocas palabras: faltó a la verdad.

Desde el principio hasta el final del discurso de Bolsonaro no hay nada que se corresponda con nuestra realidad. Bolsonaro empezó hablando de la pandemia, siguió con economía, entró en la cuestión ambiental y concluyó el discurso hablando de democracia, hablando de los principios de las Naciones Unidas.

En ninguno de esos temas Bolsonaro se ciñó a la verdad. En relación a la pandemia, por la forma en que habló Bolsonaro, pudo dar la impresión de que es el estadista del mundo que más cuidó de su gente. La persona más preocupada por la salud pública, por la supervivencia, principalmente de los más vulnerables.

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Entrando en el ámbito de la economía, dio la impresión de que Bolsonaro había hecho todo lo posible y lo imposible por ayudar a las grandes, a las medias y a las pequeñas y micro empresas. No, Bolsonaro no hizo nada y el mundo sabe.

El mundo sabe que Bolsonaro fue negacionista durante la pandemia -y continúa siéndolo-. El mundo sabe hasta qué punto Bolsonaro se resistió a aplicar políticas públicas para garantizar el mínimo de dignidad y supervivencia a la mayoría del pueblo brasileño.

El mundo sabe que Bolsonaro no hizo nada para ayudar a nuestra economía, a nuestro desarrollo económico. Porque el mundo conoce los números y sabe del crecimiento del desempleo, de la caída vertiginosa de la producción industrial.

En cuestiones de medio ambiente la vejación fue total. Bolsonaro habló como si fuese, siendo el presidente del territorio que alberga la mayor selva tropical del planeta, la persona más preocupada del mundo con el medio ambiente. Habló como si no estuviésemos viviendo la mayor devastación de nuestras selvas, el mayor avance de los incendios, de la deforestación.

Bolsonaro habló de todo, escondiendo todo lo que está pasando de verdad. Escondiendo su forma de permitir que se sigan a producir acciones ilegales en la Amazonia brasileña. Su complacencia con la ilegalidad, su complacencia con la deforestación, con los incendios que se están produciendo en la Amazonia.

Bolsonaro tuvo la cara dura de decir que su política es de tolerancia cero con los crímenes ambientales. ¿A quién cree que engaña? Ah, he ahí el centro de la cuestión.

Bolsonaro no habló para el mundo. Como siempre, Bolsonaro habló para Brasil. Habló para sus electores, habló para quienes le apoyan, para quesigan repitiendo aquel viejo mantra: «es el mundo quien está contra Bolsonaro y Bolsonaro es el héroe del pueblo brasileño«.

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Ahora bien, la mentira va más lejos, pero la mentira no tiene piernas tan largas. Un día, Bolsonaro será desmentido y nosotros tenemos la obligación de, usando los datos de la realidad, mostrar al pueblo brasileño quién es y lo que quiere Bolsonaro.

Usando palabras bíblicas, usando la buena fe del pueblo, Bolsonaro está destruyendo al Brasil, el presente y el futuro de un pueblo. Un pueblo que necesita trabajo, un pueblo que necesita dignidad.

Más que nunca, Brasil necesita unirse no contra la figura de Bolsonaro, sino contra la actitud de Bolsonaro, contra su forma de actuar, que, repito, es la que lleva a la destrucción de Brasil, del medio ambiente, de toda nuestra gente.

*Traducido del portugués para Rebelión por Alfredo Iglesias Diéguez.

Edición: Leandro Melito