Cuando terminó el curso de Ciencias Sociales en la Universidad de São Paulo (USP), en 1944, Florestan Fernandes no salía de allí como un sociólogo formado solamente por los libros. La sociología, en verdad, le llegó primero por medio del trabajo, y solamente después por la reflexión. Esta es una formulación del propio sociólogo que permea toda la complejidad y totalidad de su pensamiento.
Hijo único de María Fernandes, portuguesa que llegó a Brasil para trabajar en el campo a los 13 años, Florestan nació en 22 de julio de 1920 y vivió los primeros conflictos de clase dentro de la casa de la familia Bresser, donde su madre trabajó como empleada doméstica, en el municipio São Paulo (SP).
“Tampoco podía tener su nombre”, cuenta Florestan Fernandes Júnior, hijo del sociólogo y periodista. Florestan, el nombre de un personaje de la ópera Fidelio, de Ludwig van Beethoven, no era adecuado para el hijo de una empleada doméstica. Lo llamaban, entonces, Vicente, que consideraban más apropiado.
El punto final de la experiencia en la casa Bresser – que años más tarde él consideró esencial del punto de vista sociológico – se dio cuando los patrones le pidieron a María Fernandes que les entregara a Florestan. La portuguesa respondió “sólo perro se da”, tomó sus cosas y fue a vivir en conventillos.
Ante la situación, Florestan, a los seis años de edad, comenzó a trabajar como lustrabotas, para ayudar en la sobrevivencia de la pequeña familia. “Solamente a los 17 años, después de pasar por diversos empleos, Florestan retomó los estudios, hizo un curso de adultos para concluir lo que hoy se conoce como Enseñanza Media e ingresó en la Universidad de São Paulo.
Para Miguel Yoshida, editor de la Expressão Popular, comprender el origen de clase de Florestan es “fundamental” para comprender su desarrollo teórico. Según Yoshida, los temas sobre los cuales el teorizó son prueba de eso: la cuestión racial y de clase, mayoritariamente.
Burguesía dependiente y práctica revolucionaria
Florestan Fernandes construyó una conexión entre pensamiento y práctica como una tarea política, con el objetivo de proporcionar las herramientas necesarias para que la clase trabajadora consiga transformar su propia realidad.
El primer paso para la construcción de esa práctica revolucionaria fue entender el origen de las clases sociales en Brasil desde la esclavitud. El sociólogo identifica la manutención del patrón de dominación de clase, con el cultivo de herencias esclavocratas reflejadas en las dinámicas sociales del país.
En la perspectiva de Florestan, la burguesía brasileña no necesitó realizar una revolución para concretar el modo de producción capitalista. Aquí, el capitalismo y las dinámicas imperialistas y de esclavización se entrelazaron para hacer surgir lo que él llama "capitalismo dependiente".
Tal dependencia hace que la burguesía brasileña requiera realizar concesiones al capitalismo central para conseguir mantener cualquier tipo de relación, ya que no está “en igualdad de condiciones”. Hoy, eso se observa en la desindustrialización de Brasil y en la condición de exportador de commodities.
En ese sentido, la propuesta política de la burguesía brasileña nunca abarcará las transformaciones necesarias para el desarrollo social del país, como las reformas agraria y educativa. Al contrario, en la misma medida en que es sumisa al capitalismo central, somete a las clases trabajadoras con violencia, en los mismos moldes esclavistas.
Educación para la autoemancipación de los trabajadores
Florestan se preocupó intensamente con el tema de la educación y defendió un educación gratuita, laica y de calidad – no solamente una formación técnica, sino una herramienta de transformación social.
En la última década de su vida, cuando fue diputado (1987-1995) por el Partido de los Trabajadores (PT), Florestan ayudó a crear las bases del Fondo de Manutención y Desarrollo de la Educación Básica y de Valorización de los Profesionales de la Educación (Fundeb) así como los principios constitucionales de la educación brasileña en la Asamblea Constituyente.
“Bajo mi paraguas caben todos los radicales”
El compromiso con la transformación social nunca dejó que Florestan saliera de hecho de la política, incluso dentro de las universidades, donde practicaba una sociología crítica y militante.
En 1969, durante la dictadura militar brasileña, el precio pagado fue la jubilación obligatoria con la publicación del AI-5, cuando Florestan, entonces, decide exilarse en los Estados Unidos y en Canadá, donde fue profesor titular en la Universidad de Toronto.
Florestan vuelve a Brasil, en 1972, pero sólo consigue volver a dar clases en 1978, cuando el padre Paulo Evaristo Arns, el tercer gran-canciller de la Pontificia Universidad Católica de São Paulo (PUC-SP), lo rehabilita, incluso con la presión de los militares para no hacerlo. Tiempo después, entra definitivamente en la política partidaria dentro del PT.
La actualidad del pensamiento de Florestan Fernandes
Otra misión asumida por el sociólogo fue la construcción un frente democrático entre los partidos de izquierda y enfrentar el autoritarismo. El decía que buena parte de los progresistas creyeron que habían derrotado al nazismo y al fascismo cuando cayeron Adolf Hitler y Benito Mussolini.
Estaban engañados, afirmaba Florestan. “El fascismo nunca murió. El decía que el fascismo es el brazo armado del capitalismo. Siempre que el capitalismo se siente amenazado, ese brazo aparece. Y es eso lo que estamos viendo hoy en Brasil y en algunos otros lugares del mundo”, recuerda Florestan Fernandes Junior.
Actualmente, Florestan Fernandes también permanece vivo en la Escuela Nacional Florestan Fernandes (ENFF), en Guararema, São Paulo, ideada por el Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), en 2005. “Un espacio construido por la clase trabajadora, ladrillo a ladrillo, para posibilitar la formación política de organizaciones populares de todo el mundo”, informa el movimiento.
Edición: Rodrigo Chagas