"La comprensión de Brasil que la izquierda tiene fue construida exactamente por la elite económica y financiera". La afirmación es del sociólogo Jessé Souza, que lanzará el libro La Elite del Atraso – de la Esclavitud a la Lava Jato en septiembre.
El argumenta, haciendo un recorrido histórico, que la elite paulistana construye un aparato simbólico cuando pierde el Estado ante las fuerzas comandadas por Getúlio Vargas en la revolución de 1930.
"Allí se monta el bloque antipopular que va a marcar el Brasil moderno –y esa elite era sofisticada: tenía el poder económico pero había perdido el poder político. Decidió crear un poder ideológico, para, incluso lejos del poder político, poder reconquistarlo y mantener la dominación sobre la sociedad como un todo a nivel de las ideas", elabora.
El autor hizo una presentación de la obra en la Escuela Nacional Florestan Fernandes (ENFF), en Guararema (SP), y conversó con Brasil de Fato. En el estudio, Souza trabaja con el surgimiento de los términos "patrimonialismo" y "populismo" que, según él, son la base ideológica del neoliberalismo y de las críticas al Estado en el país — nociones de las que los partidos de izquierda no consiguieron desvincularse.
Para el ex presidente del Instituto de Pesquisa [Investigación] Económica Aplicada (IPEA), la falta de narrativas facilitó procesos de golpes de estado en el país en todas las ocasiones en que líderes y partidos populares llegaron al poder. Como alternativa, el sociólogo apuesta por la democratización del Estado y de los medios y el fortalecimiento de la TV pública.
A continuación los principales extractos de la conversación:
La Elite del Atraso
El principal aspecto que procuré analizar en este libro fue la construcción de la elite económica y del pacto antipopular que se crea en Brasil después de la liberación de los esclavos.
Ese camino tiene que ser reconstruido porque la izquierda fue apropiada en gran medida por la derecha. La izquierda piensa con categorías de derecha. La comprensión de Brasil que la izquierda tiene fue construida exactamente por la elite económica y financiera.
La elite paulista construye un aparato simbólico cuando pierde el Estado ante las fuerzas comandadas por Getúlio Vargas en la revolución de 1930. Allí se monta el bloque antipopular que va a marcar el Brasil moderno –y esa elite fue sofisticada: tenía el poder económico y había perdido el poder político. Decidió crear un poder ideológico, para, incluso lejos del poder político, poder reconquistarlo y mantener la dominación sobre la sociedad como un todo a nivel de las ideas.
Esa elite comienza a decir que el gran problema nacional es el patrimonialismo. Ese concepto no es el único, hay otro concepto creado en la USP [Universidad de São Paulo], en la década de 1960, llamado populismo.
El patrimonialismo y el populismo son las dos ideas más importantes para la dominación conservadora entre nosotros, porque ambas son los dos pilares de un tipo muy específico de liberalismo que se construye en Brasil y que es extremadamente conservador, porque apuesta por la exaltación del mercado y la quiebra del estado.
No solo la derecha, que es quien recibe las ventajas materiales de ello, sino la propia izquierda. Lo que explica, en gran medida, el fracaso de la izquierda cuando llega al poder. No reflexiona, no percibe las implicaciones de esas ideas para su conducta y para su comportamiento político.
El patrimonialismo monta una historia sin pies ni cabeza: que la corrupción del Estado viene desde Portugal, que es una idea absurda, porque en 1380 no existía corrupción; es una tontería histórica decir eso. Tenemos que desacralizar esas ideas.
Golpe parlamentario
El golpe no salió bien. Para que usted reproduzca cualquier acontecimiento histórico en el tiempo, tiene que legitimarlo. Un golpe que usted pueda deconstruir; unos medios desregulados, una elite saqueadora, usted puede, incluso en poco tiempo, revertirlo.
La lucha política es un proceso y no un estado. Eso tiene una prolongación en el tiempo. El hecho de que no sea legitimado es fundamental para que se reproduzca en el tiempo.
Si usted compara este golpe con el golpe militar, cuando las personas votaban por Arena [durante la dictadura, fueron realizadas elecciones para cargos del Legislativo cada dos años, aunque el poder de decisión hubiera sido transferido al Ejecutivo], había crecimiento económico de 10% al año. Lo que es algo muy ambiguo. Los trabajadores del campo fueron recordados por primera vez por los militares por [Emílio] Médici.
La dinámica de este golpe es otra completamente. Es una dinámica capitalista financiera, de extraer todo lo que se pueda en el espacio de tiempo más corto. Esta gente está creyendo que no necesita más de la política. Quieren entrar y mandar.
Es un golpe muy fuerte en la imposición, en el corto plazo, pero a medio y largo plazo tiende a ser frágil, porque usted necesita ganar la cabeza de las personas, el corazón y la mente de las personas. Y él no ganó y, apuesto, no va a ganar.
Ausencia de narrativas
La [Operación] Lava Jato dejó a la izquierda sin acción por dos años. La izquierda no tenía una narrativa para confrontarse a la Lava Jato. Estamos pagando por lo que la izquierda no hizo.
Lo que creo que debería haber ocurrido era el fortalecimiento de los movimientos sociales, mucho más de lo que hubo, por ejemplo, del MST [Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Terra], que para mi es, de lejos, el movimiento popular más interesante; debía haber luchado por una televisión popular, yo sé que eso no era percibido siquiera como una cosa importante.
La situación actual es mucho, mucho peor. Solo tenemos las redes sociales, que son muy importantes, pero es un elemento que está bajo presión y bajo ataque. La red social, en gran medida, aún reproduce a los grandes medios, que no perdieron su poder de pautar el debate. La izquierda no hizo su apropiación de lo que aconteció.
Creo que el error fue no haber creado, cuando [el tema de la corrupción] comenzó a tener una mayor importancia, las condiciones para que se pudiera tener una reforma política, para que la política no fuera comprada por el dinero. La narrativa que nos trata como imbéciles es decir que la política está siendo comprada por individuos. Eso no es verdad: la política es comprada por los intereses privados organizados en el mercado, que es muy diferente.
Pero eso nunca fue explicitado. La izquierda nunca montó una narrativa sobre eso. El único que está aprovechando y está tratando ese tema ahora es Ciro Gomes [nombre cotizado para la candidatura a la Presidencia por el PDT]. Creo que el proyecto de la elite financiera tiene que ser reconstruido y tiene que ser puesto en su lugar. Es lo que estoy, modestamente, tratando de hacer con mi contribución que es mi libro.
Yo intento contraponer la corrupción de los "tontos" e "imbéciles", que somos nosotros, que es pensar la corrupción como dato de la política; y la corrupción real, que es la corrupción del mercado, que compra a la política para eso. Dejar eso claro, para mi, es el punto principal. Y ahí usted tiene un extraordinario lema para deconstruir esa historia de la Lava Jato.
Democratización del Estado
La izquierda cree que podría ocupar el poder solo con un plan económico. Yo creo que tiene que presentar un plan económico alternativo. Claro que tiene que presentarlo. Pero no puede ser solo eso. Tenemos que presentar una interpretación de la sociedad como un todo, y es eso lo que no estoy viendo.
No estoy viendo el discurso de la clase dominante siendo deconstruido y otro discurso, sobre qué Estado va a ser necesario. El Estado participó de un golpe. Eso es un absurdo. Las corporaciones del Ministerio Público quieren ventajas, dinero, privilegios. Eso no puede continuar así. ¿Donde está ese nuevo proyecto de Estado? Si usted presenta solo un plan económico, usted va a implementarlo ¿en cual Estado? Hay que tener una interpretación que sea totalizadora y no solo un plan económico.
Raza y clase
Por supuesto, las cuestiones de las minorías son fundamentales, pero no pueden desligarse de las cuestiones de clase. La clase es la distribución de la riqueza y el poder. Cuando los movimientos no entienden eso, ayudan al capitalismo financiero— que no quiere saber si usted es blanco, negro, heterosexual o gay, lo va a explotar del mismo modo y aún sacar pecho de ser emancipador. Es un tema muy importante, pero dificilísimo.
La clase no es ni la renta, como el liberalismo dice, ni es solo su lugar en la producción, como el marxismo dice. La izquierda, tanto como el liberalismo, perciben la clase como una instancia económica. Pero no es. La clase es lo que usted recibe de sus padres, de su familia, lo que le va a dar un punto de partida que va a ser muy semejante al de varias otras personas que tienen herencia familiar, que va a definir a que tipo de escuela usted va a ir y, después, que tipo de acceso al mercado de trabajo usted tendrá.
En Brasil, debido al pasado esclavista, esa clase más baja está ligada a los esclavos. Entonces, existe un vínculo entre clase y raza extremadamente importante. Y, como la clase es invisible, sobre la raza - porque la raza es visible. Entonces hay una vinculación de temas que son raciales, pero también son cuestión de clase. Lo que facilita el trabajo a la policía, porque es una clase que usted persigue en tanto clase.
El hecho de que la clase sea invisible es lo que hace que la elite pueda dominar. Los movimientos identitarios de la propia clase popular no deben reproducir esa invisibilización de las clases porque ellas pueden servir para plataformas de corto plazo. La Red Globo, por ejemplo, es la campeona de las luchas identitarias.
Edición: Camila Rodrigues da Silva | Traducción: Pilar Troya