ARTÍCULO | FREI BETTO: LEGADOS DE FIDEL

Él no temía la crítica y no esquivaba la autocrítica, fue un revolucionario victorioso

Por Frei Betto*

El máximo líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, completaría 91 años el 13 de agosto de 2017. Falleció en noviembre del año anterior. En su 90 cumpleaños estuve en su casa, en La Habana. Participé enseguida del festivo homenaje que le hicieron en el Teatro Karl Marx. Aunque con el organismo frágil, su cabeza seguía tan lúcida y ágil como cuando le conocí, en 1980.

Mantuvimos una amistad ininterrumpida durante todos los años siguientes a nuestro encuentro en Managua, en la conmemoración del primer aniversario de la Revolución Popular Sandinista. Aún después de dejar el gobierno, Fidel me invitaba a su casa. Nuestras conversaciones, en compañía de Dalia, su esposa, abarcaban los más variados temas, de política a cosmología.

Con sus testimonios, discursos y artículos, Fidel nos dejó un gran legado. Su testamento, leído por su hermano Raúl Castro en la Plaza de la Revolución, en La Habana, en el momento de las pompas fúnebres, sorprendió a todos. A contramano del culto a la personalidad, tan cultivado por la tradición comunista, Fidel registró por escrito no admitir dar su nombre a ninguna obra (escuela, hospital) ni a ningún sitio público, como calles y avenidas. Ni que se hiciera cualquier imagen, busto o estatua de su figura.

Tal decisión condice con la frase que más le gustaba de la obra de Martí: "Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz". No por casualidad su tumba, en Santiago de Cuba, conforme su deseo, es un monolito en forma de grano de maíz.

Fidel fue un revolucionario victorioso. Ello se debe a su total ausencia de dogmatismo, lo que le permitió unificar a la izquierda cubana - Movimiento 26 de Julio, Directorio Estudiantil Universitario y Partido Comunista - en torno al mismo objetivo, el derrocamiento de Batista.

No era un hombre de gabinete. Se sentía mejor entre el pueblo, a quien esclarecía y politizaba con sus largos discursos. Le gustaba visitar cooperativas agrarias, fábricas, escuelas y hospitales. Dejaba a sus interlocutores a gusto para que manifestasen críticas y sugestiones.

Jamás conoció el miedo. Atacó el Cuartel Moncada en 1953, junto a sus compañeros, movido por el ideal de encender la mecha del proceso revolucionario cubano, a pesar de conocer el riesgo que posteriormente segó la vida de tantos revolucionarios. Consciente de su papel histórico, hizo de su célebre texto "La historia me absolverá", su argumento de defensa, y por ser abogado, pudo actuar en causa propia.

Más que Karl Marx, José Martí fue el gran inspirador de Fidel, cuyo carácter solo puede comprender quien conoce la obra de Martí y la índole de la formación que los padres jesuitas le transmitieron durante la década de su formación escolar. De Martí, Fidel heredó la inteligencia, de los jesuitas, la educación de la voluntad.

La invasión de Cuba en Bahía de Cochinos en 1961, patrocinada por Washington, indujo a Cuba a estrechar sus vínculos con la Unión Soviética, en el momento de bipolaridad política creado por la Guerra Fría. Aún así, supo preservar la soberanía cubana frente a la injerencia de los soviéticos. Aunque el ateísmo haya sido adoptado por un periodo en el sistema de enseñanza del país y como condición de ingreso en el Partido Comunista de Cuba, el gobierno revolucionario jamás cerró una iglesia o fusiló a un sacerdote, a pesar del involucramiento de algunos en atentados contrarrevolucionarios. Al contrario, en sus viajes al exterior, Fidel siempre abrió su agenda para encuentros con líderes religiosos. Comprendía la importancia de la naturaleza religiosa del pueblo latinoamericano y su carácter estratégico.

Impactado por la participación de los cristianos en el proceso sandinista y por la emergencia de la Teología de la Liberación, Fidel revirtió la tradición comunista, tan crítica y áspera al fenómeno religioso. Sorprendió a la izquierda mundial al referirse positivamente a la religión, destacando sus aspectos liberadores, en entrevista conmigo en 1985, publicada en el libro "Fidel y la religión (Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana).

Fidel no temía la crítica y no esquivaba la autocrítica. En diversas ocasiones, en momentos cruciales de la Revolución, convocó al pueblo a manifestarse libremente en las campañas de rectificación del proceso revolucionario. Incluso en nuestras conversaciones personales, un día me dijo que yo no tenía solamente el derecho de expresar mis críticas a la Revolución, sino el deber de hacerlo. Con este valioso legado que él nos dejó, no se puede crear la ilusión de que se puede aplacar la agresión del tigre solamente arrancándole los dientes.

El poder del capitalismo de ejercer el dominio imperial y cooptar a muchos de los que le hicieron oposición es mucho mayor de lo que se supone. Por eso, aquellos que todavía creen que no habrá futuro para la humanidad sin el reparto de los bienes de la Tierra y los frutos del trabajo humano, deben preguntarse por qué los EEUU, que invadieron Irak, Afganistán, Libia y tantos otros países, no lo hicieron con la pequeña isla del Caribe, después de la tentativa fracasada de Bahía de Cochinos. La respuesta es solamente una: en los otros países, los Estados Unidos derrocaron gobiernos. En Cuba, como en Vietnam, habría que lograr lo imposible: derrotar al pueblo. Y no se derrota a un pueblo.

Frei Betto es escritor, autor de “Fidel y la religión - Conversaciones con Frei Betto", entre otros libros.

Texto y fotos: Vanessa Martina Silva | Edición: Luiz Albuquerque | Traducción: Pilar Troya y Luiza Mançano | Arte: José Bruno Lima | Ilustraciones: Karina Ramos