Jair Bolsonaro está en su vivo semanal por redes sociales, rodeado de papeles. Es 28 de mayo 2020. Parece que lee unos titulares, dice el nombre de Bianca Santana y la acusa de publicar “fake news”. Esa semana, la periodista del portal UOL había publicado un artículo sobre las relaciones de la familia del presidente de Brasil con la milicia acusada de asesinar a Marielle Franco y Anderson Gomes en 2018, mientras el mandatario promovía que la investigación de ese crimen pase a la Justicia federal. Después de cinco meses sin escribir sobre el tema, Bianca volvía a recibir amenazas de muerte, luego de que Bolsonaro la nombrara. Primero en los comentarios de esa nota, después tuvo intentos de ingresar a sus cuentas de correo y redes sociales, descrédito a su carrera, insultos de índole sexual, entre otras formas de ataque virtual.
En diciembre pasado había publicado un artículo con Anielle Franco, la hermana de Marielle. En aquella semana le hackearon el WhatsApp, atacaron sus casillas de correo y hasta recibió extrañas visitas en la sede de la Coalición Negra por Derechos en San Pablo, que reúne 150 entidades del movimiento negro de Brasil, entre ellas UNEafro, donde Bianca Santana milita. Fue demasiado. Decidió cerrar su cuenta de Facebook y desapareció de escena durante un tiempo. Temía por su vida, por lo que pudieran ver o sufrir sus hijos y su madre. Se dedicó a escribir su tesis de doctorado.
Cuando recuperó fuerzas escribió este artículo el 26 de mayo haciendo “un flujograma” dirá ella, preguntándose cuál era el interés del presidente por “federalizar” el caso de Marielle. Encontró respuestas “conectando puntos”, uniendo datos e información publicada en la prensa a lo largo de los meses, donde el mandatario, su hijo Flávio, ex asesores y hasta vecinos de los Bolsonaro estaban ligados al crimen de la concejala carioca.
Al día siguiente de la publicación del artículo, el Tribunal Superior de Justicia rechazó federalizar la investigación y el 28 de mayo Bolsonaro “mezcló los papeles, leyó cosas que yo no escribí y dijo mi nombre; hizo como una performance de confusión, ¿sabés? Es parte de su método para desacreditar y para alertar a sus milicias digitales”, dice Santana a LATFEM.
Los ataques virtuales que ella recibió son parte de 54 episodios similares, una cifra sin precedentes en la historia reciente del país -relevada por Artículo 19-, cometidos por Bolsonaro y otros integrantes del gobierno contra periodistas mujeres. Estos hechos fueron denunciados este martes 7 de julio ante el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, con el apoyo de una veintena de organizaciones y articulaciones feministas, de derechos humanos y por la libertad de expresión.
Fue en el marco de la 44º sesión del Consejo de Derechos Humanos que comenzó el 30 de junio y terminará el 17 de julio en Ginebra. El testimonio de Bianca Santana ante la ONU fue respaldado por las siguientes organizaciones: Agencia de Noticias Alma Preta, Artículo 19, Casa Neon Cunha, Coalición Negra por los Derechos, Cojira-SP – Comisión de Periodistas por la Igualdad Racial de São Paulo, Fenaj – Federación Nacional de Periodistas, Instituto Marielle Franco, Geledés – Instituto de Mujeres Negras, Género y Número, IDDH – Instituto para el Desarrollo y los Derechos Humanos, Instituto Vladimir Herzog, Intervozes – Colectivo de Comunicación Social de Brasil, Marcha de Mujeres Negras de São Paulo, Red Nacional de Protección a los Comunicadores, Reporteros sin Fronteras, Sindicato de Periodistas Profesionales del Estado de São Paulo, SOF – Organización Feminista Sempreviva, Tierra de Derechos, Uneafro Brasil.
La violencia machista contra periodistas mujeres ha sido destacada, con alarma, en el último informe de la Relatora Especial de las Naciones Unidas sobre la violencia contra la mujer, sus causas y consecuencias, Dubravka Simonovic.
Considerando las normas vigentes en materia de derechos humanos, la Relatora Especial expone un enfoque integral para abordar los problemas específicos a los que se enfrentan las periodistas, y las causas de estos problemas. También recomienda a los Estados diseñar políticas o estrategias orientadas a garantizar la protección de las periodistas.
Deshonra, descrédito, humillación
Si bien todxs lxs periodistas son atacadxs, en el caso de las mujeres los mensajes suelen apelar a la orientación sexual de la atacada, a desacreditar su trayectoria o el ejercicio de la profesión, a usar connotaciones sexuales en los mensajes o sugerir que el crecimiento profesional se ha dado a través de “favores sexuales” en los medios.
Además de los mensajes amenazantes, “todo el tiempo recibo avisos en mis cuentas de correo y Twitter de que gente de todos lados está intentando cambiar mi contraseña”, detalla Santana.
La exposición sistemática en la que quedan las periodistas luego de que Bolsonaro o algún miembro de su gabinete las nombra públicamente, genera ataques virtuales masivos por parte de sus seguidores, con consecuencias concretas para la vida de estas comunicadoras. Esto crea “un ambiente aún más hostil para que las mujeres ejerzan la libertad de expresión y para su presencia en el ambiente digital, político y social -dice un comunicado firmado por las organizaciones sociales que apoyaron la denuncia-. El Estado brasileño tiene la obligación de garantizar un ambiente seguro para las mujeres periodistas”.
De a poco se van creando estrategias de protección. Por ejemplo, al interior del movimiento negro, en coordinación con el movimiento feminista y otros colectivos, con acciones como el litigio estratégico y denuncias internacionales, para cuidar a quienes constantemente denuncian la violencia del Estado. Pero Bianca Santana considera que faltan acciones similares de solidaridad, justicia y acompañamiento entre mujeres periodistas.
“Para garantizar la participación de las mujeres en la vida política y social es importante que sus voces aparezcan en la prensa. Y para eso es necesario que haya mujeres periodistas ocupando cada vez más lugares en los medios -agrega por teléfono-. Por el momento, como dice la Relatora Especial en su informe, las mujeres periodistas no encontramos ambientes seguros para participar del debate público, de la vida digital, social y política de los países. Cuando nos agreden es como si el mensaje fuera que para las mujeres periodistas no hay espacio. Por eso tenemos que construir nuestros ambientes seguros para ejercer la libertad de expresión y hablar de todos los temas, reconociendo la desigualdad tremenda que existe en todas las esferas, entre hombres y mujeres”.
Toma de conciencia
“El análisis sobre el carácter interseccional que pueden tener estos ataques a periodistas mujeres en un año y medio de gobierno, es una tarea que se debe profundizar”, dice Bianca Santana a LATFEM. Es de suponer que las periodistas negras, indígenas, faveladas, lesbianas, trans, sean más vulneradas que sus colegas blancas. Analizar y visibilizar este enfoque en particular es parte de la perspectiva feminista antirracista que cabe desarrollar en la región.
“En países racistas como Brasil, una de las políticas para mantener el racismo es decir que esto no existe, y entonces pareciera que no es importante identificarse como persona negra”, agrega la periodista. Por eso considera que una “toma de conciencia racial y de género” es clave para identificar qué cuestiones nos oprimen y organizar políticamente para enfrentar tanto el sexismo como el racismo.
En su historia personal, la maternidad trajo al feminismo: “Cuando tuve mi primer hijo y vi que la vida de mi compañero no cambiaba para nada y la mía se había dado vuelta. Comprendí cómo la desigualdad del tiempo, del mundo del trabajo, del trabajo doméstico en casa, del trabajos de cuidados, tenía condiciones peores para las mujeres que para los hombres”.
Al acercarse a la Marcha Mundial de las Mujeres no solo comprendió a la lucha feminista “como esencial para que todas las mujeres vivan dignamente y puedan construir una sociedad justa”, sino que es necesario “racializar el debate” para garantizar que todas tengan voz, no hablando unas por otras, sino conectadas solidariamente. La comunidad negra debe estar cada vez más presente en las discusiones feministas y que se visibilicen los impactos específicos que sufren en la violencia policial, en la violencia de género, en la precarización laboral.