El 25 de marzo, los cancilleres de los países que integran el G7 no consiguieron emitir una declaración sobre la pandemia del Covid-19. EE.UU. -que presidía en ese momento el organismo- redactó una propuesta, que fue considerada inaceptable por varios de los miembros.
En el borrador se utilizaba la frase “virus de Wuhan” y se afirmaba que la pandemia mundial era responsabilidad del gobierno chino. Anteriormente, el presidente estadounidense, Donald Trump, había utilizado la frase “virus chino” (que dijo que dejaría de utilizar) y se escuchó a un miembro de su equipo decir la calumnia “kung flu” [gripe kung]. En Fox News, el presentador Jesse Walters afirmó, en su estilo racista sin filtro, que el virus comenzó en China “porque tienen esos mercados donde comen murciélagos y serpientes crudos”. Los ataques violentos contra asiáticos se han disparado como consecuencia del estigma impulsado por el gobierno de Trump.
This morning a White House official referred to #Coronavirus as the “Kung-Flu” to my face. Makes me wonder what they’re calling it behind my back. — Weijia Jiang (@weijia) March 17, 2020
Orígenes
El SARS-CoV-2, nombre oficial del virus, se desarrolló de la misma manera que muchos otros: por transmisión de animales a humanos. Todavía no existe un consenso firme sobre dónde sucedió esto. Una sugerencia es que fue en el Mercado Mayorista de Mariscos de Wuhan, en la provincia china de Hubei, donde se venden animales salvajes. Aunque un punto crucial a tener en cuenta es la expansión de la agricultura hacia bosques y tierras del interior, donde los seres humanos tienen más probabilidad de interactuar con nuevos patógenos como el SARS-CoV-2.
Pero este no es el único virus de este tipo, aunque es sin duda el más peligroso para los seres humanos. Recientemente, hemos visto una gama de gripe aviar que ataca a muchas especies de animales, denominadas técnicamente H1N1, H5Nx, H5N2 y H5N6. Aunque se sabe que el H5N2 se originó en EE.UU., no se lo conoce como el “virus estadounidense” y nadie trató de estigmatizar a ese país por eso.
La denominación de un virus es un asunto controversial. En 1832, el cólera avanzaba desde la India británica hacia Europa. Se lo llamó “cólera asiático”. En ese contexto, los franceses asumieron que por su carácter democrático no sucumbirían a una enfermedad emanada de un orden autoritario. Francia fue asolada por el cólera, lo que tenía tanto que ver con la bacteria como con el estado de la higiene en Europa y Norteamérica.
La “gripe española” solo fue nombrada por España porque llegó durante la Primera Guerra Mundial. Como no estaba en guerra, los medios de comunicación de ese país informaron ampliamente sobre la gripe y así la pandemia tomó ese nombre. De hecho, la evidencia muestra que se originó en los EE.UU., en una base militar en Kansas donde los pollos transmitieron el virus a soldados. Estos viajaron luego a la India británica, donde tuvo lugar el 60% de las bajas por la pandemia.
Nunca se la llamó “gripe estadounidense” y ningún gobierno indio pretendió un resarcimiento de EE.UU. porque la transmisión de humano a animal haya ocurrido allí.
China y el coronavirus
En un importante artículo publicado en la revista médica The Lancet, el profesor Chaolin Huang escribió: “La fecha de inicio de los síntomas del primer paciente [de SARS-CoV-2] identificado fue el 1 de diciembre de 2019”. Inicialmente, hubo mucha confusión sobre la naturaleza del virus y sobre si podía transmitirse entre seres humanos. Se asumió que era uno de los virus conocidos y que se transmitía principalmente de animales a humanos.
La doctora Zhang Jixian, directora del Departamento de Medicina Respiratoria y Cuidados Críticos del Hospital de Medicina Integrada China y Occidental de la provincia de Hubei, fue una de las primeras profesionales en dar la alarma sobre el nuevo brote de neumonía por coronavirus. El 26 de diciembre, atendió a una pareja de ancianos que tenían fiebre alta y tos. Los exámenes adicionales descartaron influenza A y B, micoplasmas, clamidia, adenovirus y SARS. Una tomografía de su hijo mostró que algo había llenado parcialmente sus pulmones.
Ese mismo día, otro paciente, un vendedor del mercado de mariscos, presentó los mismos síntomas. La doctora Zhang reportó los cuatro pacientes al Centro de Prevención y Control de Enfermedades de China de Wuhan. En los dos días siguientes, ella y su equipo atendieron a otros tres pacientes que habían visitado el mercado de mariscos y tenían los mismos síntomas.
El 29 de diciembre, el Centro Provincial de Prevención y Control de Enfermedades de Hubei envió expertos para investigar a los siete pacientes del hospital. El 6 de febrero, la Provincia de Hubei reconoció la valiosa labor de Zhang y su equipo en la lucha por identificar y revelar el virus. No hubo ningún intento por ocultar su trabajo.
Otros dos médicos del Hospital Central de Wuhan, el doctor Li Wenliang y la doctora Ai Fen tuvieron un papel importante en aportar claridad sobre el nuevo virus. En los primeros días fueron reprendidos por las autoridades que consideraron que habían difundido noticias falsas. Li murió de coronavirus el 7 de febrero. El 19 de marzo, la Oficina de Seguridad Pública de Wuhan admitió que lo reprendió de forma inapropiada y castigó a sus funcionarios. Lo mismo pasó con Ai Fen, quien en febrero recibió una disculpa y luego fue felicitada por la Estación de Radio y Televisión de Wuhan.
Las autoridades provinciales se enteraron del nuevo virus el 29 de diciembre. Al día siguiente informaron al Centro de Control de Enfermedades de China y dos días después China informó a la OMS. El virus fue identificado el 3 de enero; una semana después, el gobierno chino compartió la secuencia genética del nuevo coronavirus con la OMS. Fue debido a que el país liberó ese ADN que en todo el planeta se comenzaron a hacer trabajos para encontrar una vacuna. Hay actualmente más de cuarenta procesos, cuatro en etapa de prueba inicial.
La Comisión Nacional de Salud de China creó un grupo de expertos de varios organismos que llevaron a cabo una serie de experimentos con las muestras de virus. El 8 de enero, confirmaron que el nuevo coronavirus era realmente la fuente del brote. La primera muerte por coronavirus se reportó el 11 de enero. El 14 de enero la Comisión Municipal de Salud de Wuhan dijo que aún no había evidencia de transmisión persona a persona, pero que no podían decir con certeza que no era posible.
Una semana más tarde, el 20 de enero, el doctor Zhong Nanshan (experto en enfermedades respiratorias y líder en la lucha contra el SARS) dijo que el nuevo coronavirus si podía transmitirse de persona a persona. Parte del personal médico se había infectado con el virus. Ese día el presidente chino, Xi Jinping, y el primer ministro, Li Keqiang, dieron instrucciones a la Comisión Nacional de Salud y a otros organismos oficiales que comenzaran con las medidas de emergencia. Wuhan entró en confinamiento total el 23 de enero, tres días después de que se estableciera la transmisión del virus de persona a persona. Al día siguiente, la provincia de Hubei activó su alerta de Nivel 1. El 27 de enero, el primer ministro visitó Wuhan.
Miles de médicos y personal médico llegaron a Wuhan, se construyeron dos nuevos hospitales para los infectados y varios organismos cívicos entraron en acción para asistir a las familias confinadas. Lo que hicieron las autoridades chinas para frenar el aumento de las infecciones fue poner en cuarentena a los infectados en los hospitales y a quienes habían tenido contacto con ellos. Esta política selectiva consiguió identificar aquellos que habían estado en la cadena de infección y así romperla.
Un equipo de la OMS que visitó China del 16 al 24 de febrero elogió en su informe al pueblo y al gobierno chinos por haber hecho todo lo posible para detener la propagación del virus.
El mundo y China
Los EE.UU. fueron informados de la gravedad del problema con prontitud. El día de año nuevo, los funcionarios del Centro de Control de Enfermedades de China llamaron a Robert Redfield, director del Centro de Prevención y Control de Enfermedades estadounidense, mientras estaba de vacaciones. “Lo que escuchó lo sacudió”, escribió el New York Times.
Redfield habló días después con el doctor George F. Gao, jefe del Centro de Control de Enfermedades chino y este “estalló en lágrimas” en la conversación. Esta advertencia no fue tomada en serio.
Un mes más tarde, el 30 de enero, Donald Trump asumió una posición muy arrogante. “Creemos que va a tener un buen final para nosotros”, dijo y añadió: “Eso se lo puedo asegurar”. No declaró la emergencia nacional hasta el 13 de marzo, para cuando el virus ya había comenzado a propagarse en los Estados Unidos.
Otros funcionarios alrededor del mundo tomaron actitudes similares, al igual que los políticos franceses de 1832 que creían que Francia no podía ser afectada por el “cólera asiático”. En 1832 no existía ningún cólera asiático, sino solo cólera que podía perjudicar a personas que vivían en condiciones higiénicas deficientes. Hoy tampoco existe un “virus chino”, solo el SARS-CoV-2.
El pueblo chino nos mostró el camino para enfrentar este virus, aunque después de algunos ensayos y errores. Es hora de aprender esa lección. Como dice la OMS: “prueba, prueba, prueba” y después cierres, aislamientos y cuarentenas. Los médicos chinos que desarrollaron experticia en la lucha contra el virus se encuentran ahora en Irán, Italia, y otros lugares, llevando el espíritu del internacionalismo y la colaboración.
El 4 de marzo, el New York Times entrevistó al doctor Bruce Aylward, que dirigió el equipo de la OMS que fue a China. Cuando se le preguntó acerca de la respuesta china al virus, dijo: “Están movilizados, como en una guerra, y es el miedo al virus lo que los impulsa. Realmente se vieron en la primera línea de la protección del resto de China; y del mundo”.
Vijay Prashad es un historiador, editor y periodista. Es compañero de escritura y corresponsal en jefe en Globetrotter, un proyecto del Independent Media Institute. Es editor en jefe de LeftWord Books y el director del Instituto Tricontinental de Investigación. Ha escrito más de 20 libros, incluyendo Las naciones oscuras, una historia del tercer mundo, (Atalaya, 2012), Las naciones pobres. Una historia posible del sur global (Península, 2014), The Death of the Nation and the Future of the Arab Revolution (University of California Press, 2016) y Una estrella roja sobre el tercer mundo (Batalla de Ideas, 2019). Escribe regularmente para Frontline, the Hindu, NewsClick, AlterNet y BirGün.
Du Xiaojun trabaja como traductor en Shanghai. Investiga sobre relaciones internacionales, comunicación intercultural, y lingüística aplicada.
Weiyan Zhu es abogada en Beijing. Tiene interés en asuntos sociales y políticos.
Este artículo fue producido por Globetrotter, un proyecto del Independent Media Institute.
Edición: Luiza Mançano