Geny Viana Porto ya mató una anaconda y agradece a Dios por su fuerza. Sus dolores en la espalda no le impiden trabajar en cuclillas en el campo. La agricultora ostenta un cuerpo delgado y vigoroso a los 64 años, pese a las punzadas que se agudizaron desde su último viaje a la zona urbana de Parauapebas, en Pará. La región central de la ciudad está situado a 20 kilómetros de su casa. El camino de tierra, con incontables sacudidas.
Tres generaciones de mujeres de su familia viven en asentamiento Palmares II, del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST). Geny, su hija Carla Simone y su madre Lindaura crean gallinas, vacas y aves. También cultivan maíz, frijol, legumbres, condimentos y plantas medicinales. La vida se encargó de llevar a sus hombres. Su hermano Juarez y su padre Joaquim fueron arrollados en 2006 y 2010 respectivamente, en el mismo local, por una locomotora de la minera Vale S.A.
El Camino de Hierro de Carajás (EFC por sus siglas en portugués) recorre toda la extensión del asentamiento conquistado por el MST hace 15 años. Después de los atropellamientos, representantes de la minera Vale visitaron la casa de Geny con mucha frecuencia, pero nunca propusieron ninguna resolución. Hasta que ella puso un fin a las visitas: “Les dije que no somos payasas”.
Después de los crímenes en Mariana y Brumadinho, en Minas Gerais, la minera Vale supuestamente cerrará sus actividades en Minas Gerais. En contrapartida, la minera amplía sus operaciones en Pará. Los conflictos por la tierra y los impactos socioambientales se incrementan en la misma proporción que crecen los emprendimientos mineros en el estado de la región Norte.
Geny cuenta que la minera transnacional - pese a su ganancia neta de US$ 5.500 millones en 2017, un 38% a más que el año anterior - no indemnizó a sus sobrinos que perdieron el padre tampoco construyó un camino seguro para evitar las muertes. “Solo pagaron el ataúd”. Ante el duelo, las punzadas en la espalda se quedaron pequeñas.
Caminos sinuosos
El tren de carga de la minera Vale mide tres kilómetros y se queda atravesado en el camino por horas, tampoco emite un sonido antes de partir. Así los habitantes del asentamiento no pueden saber cuando el tren partirá y se arriesgan entre los vagones, esperando que el tren no se mueva súbitamente.
A través de la vía férrea donde murieron los familiares de Geny, los minerales de la Serra de Carajás son transportados hacia el puerto de exportación de Ponta da Madeira, en la capital de Maranhão, São Luis. El principal destino es China.
La Agencia Nacional de Transportes Terrestres (ANTT) contabiliza 312 accidentes a lo largo del Camino de Hierro de Carajás entre 2006 y 2013. Entre 2010 y 2017, 39 personas murieron tras ser arrolladas por el tren.
Las tres mujeres que cultivan las tierras en Palmares II - aproximadamente 95 hectáreas - tienen una trayectoria de lucha y resistencia. La familia salió de Minas Gerais en la década de 80 para buscar oportunidades en Pará - con ironía, Vale pretende repetir lo mismo para expandir sus negocios.
El tren que atraviesa el asentamiento Palmares II simboliza el modelo exportador de commodities dominante en Brasil. Más allá del ferrocarril, hay 786 represas mineras, la mayoría administrada por la Vale. Pará es el segundo estado en el ranking nacional de represas mineras pero puede alcanzar el primer lugar, ocupado actualmente por Minas Gerais.
Las presas de relaves más grandes de Pará se ubican en los municipios Carajás, Trombetas, Juruti, Paragominas y Barcarena. En este último, hubo una fuga de relaves mineros de la empresa HydroAlunorte el febrero de 2018.
Indígenas en la línea del frente
El río Parauapebas se encuentra con el río Itacaiúnas y desagua en el río Tocantins, el segundo curso de aguas más largo de Brasil. En la margen derecha del río, entre los afluentes Flecheira y Jacundá, está la comunidad ancestral Parkatêjêv y otras comunidades menores de la macrofamilia Jê (Ye), ubicadas en el territorio Indígena Mãe Maria [Madre María] - un verde respiro en la región devastada por la industria maderera y minera.
Desde la década de 70, la minera Vale está en conflicto con los indígenas timbira que ocupan una área de 62 mil hectáreas en la región. Blanco del gobierno militar en sus proyectos de integración nacional, el territorio está atravesado por el Camino de Hierro de Carajás, por la carretera BR-222 y por la línea de transmisión de energía eléctrica de Tucuruí, perteneciente a la empresa Eletronorte.
Temidos por su valentía, los pueblos Jê eran conocidos por los habitantes de la ciudad como “Águilas” durante la década de 1950. Los Parkatêjê lucharon para conquistar autonomía económica tras diez años de trabajo forzoso en la recolección de castañas para la dictadura militar. Actualmente, entablan una nueva batalla contra la ampliación del camino de hierro.
El emprendimiento impacta directamente en el territorio y en el estilo de vida de esos pueblos. Ampliarlo significa, para ellos, más ruidos, más atropellamientos y más daños ambientales.
Entre los ríos Xingu y Cateté, los indígenas Xikrin también están rodeados por proyectos mineros de la Vale. La antropóloga brasileña Lux Vidal, pionera en los estudios sobre los Xikrin, declaró en una entrevista concedida a la Agencia Pública que “la muerte de un rió no se paga con millones”.
El ingeniero químico Reginaldo Sabóia de Paiva identificó en el río Cateté los metales pesados por encima de los niveles establecidos por el Consejo Nacional del Ambiente. El médico João Paulo Botelho Vieira Filho, responsable por la atención médica de los indígenas Xikrin, identificó restos de esos metales en la harina de yuca que consumen. La contaminación permanente del río viene de la Planta procesadora de níquel Onça-Puma, perteneciente a la empresa Vale.
Cuestionada sobre los conflictos con los pueblos ancestrales, la asesoría de comunicación de la minera informa que “la empresa mantiene un equipo técnico y multidisciplinario exclusivo que se dedica a la relación permanente, respetuosa y de largo plazo [con los habitantes ancestrales]”. La nota enviada por la vale expresa también que las aldeas indígenas no forman parte del la zona de evacuación de las represas.
Agronegocio y minería trabajando en sinergia
En esta Amazonía devastada. donde los latifundios desérticos y áreas para actividades extractivistas sustituyen la selva, la minería y el agronegocio avanzan como el tren, abriendo caminos en el sudeste de Pará pese a todo.
“Hay sinergias entre esas actividades [agronegocio y minería], que privilegian la concentración de tierras”, argumenta el docente Fernando Michelotti, especialista en Desarrollo Rural y estudios campesinos.
“Aquello que representa para una comunidad indígena un infortunio, como estar en una zona minera, para los terratenientes es una suerte, pues pueden negociar compara Michelotti, estudiante de doctorado en Planificación Urbana y Regional de la Universidad Federal de Rio de Janeiro (UFRJ).
En relación a la coyuntura adversa en el gobierno Bolsonaro (Partido Social Liberal), el investigador considera que “en esa lógica de expansión del agronegocio y flexibilización de las leyes ambientales, convergen los intereses de las grandes empresas”.
Pará es el estado que lidera el ranking de deforestación en la Amazonia Legal. El Instituto Nacional de Investigación Espacial ha mensurado una deforestación de 2.433 km² en 2017 y 2.840 km² en 2018.
El ingeniero ambiental Ariel Medrado Barros, militante del Movimiento por la Soberanía Popular en la Minería (MAM) compara el sudoeste de Pará a la Franja de Gaza, debido a la dimensión de los conflictos y altos niveles de violencia. “No se sabe cuando van a desactivar las represas de relaves y qué hacer con ellas. Hay muchas represas desactivadas que son un grave problema ambiental. Cuando se desactiva una represa, se vuelven más peligrosas porque no hay fiscalización”, alerta.
Proyecciones de una pesadilla
Si rompiera la represa de Sossego, el territorio donde vive la familia de Geny - del comienzo del reportaje -, sería uno de los primeros locales afectados. Las 517 familias que viven en el asentamiento desde 1996 se multiplican. Se estima que cerca de cinco mil personas viven ahí,en un espacio donde también hay una plaza y una cancha en el centro, tres escuelas y una unidad de atención médica.
Francisco de Assis, que vive en el asentamiento, acompaña los flujos migratorios desde el comienzo del proceso de regularización de las tierras. Él se fue a vivir en la región en 1987 con sus padres y nueve hermanos, atraídos por las oportunidades que ofrecían la minería en Serra Pelada. En Maranhão, región noreste de Brasil, la familia trabajaba para un terrateniente. Con el decadencia del ciclo de oro, volvieron a trabajar para terratenientes de la región, hasta conquistar el asentamiento.
En el municipio está la Serra de Carajás, la reserva mineral más grande del mundo perteneciente a la minera Vale. De esta reserva, sale aproximadamente un 35% del hierro producido anualmente por la compañía. Sin embargo, Parauapebas tiene solo un 12% de sistema de saneamiento, según un informe de 2017 producido por la Agencia Nacional de Aguas.
En la Escuela de Enseñanza Infantil Maria Salete Ribeiro Moreno, en Palmares II, 158 estudiantes viven en el asentamiento y 83 viven en comunidades vecinas. La directora de la unidad, Deusamar Sales Matos – alias “Deusa” – dice que las políticas públicas del municipio no garantizan calidad educativa para todos. “Hay aulas superpobladas”, lamenta, refiriéndose a la riqueza del suelo en el municipio.
Deusa se enorgullece de sus diplomas y de la historia que construye todos los días.Su família también migró a Pará por el brillo del oro. Antes, ella y su hermano trabajaban en la construcción civil. Desde que ingresó en el MST, estudió magisterio en RIo Grande do Sul y desde entonces se dedica a la educación.
“La Vale disputa ideología. Altera la formación de la juventud, destruye a la formación de la población más pobre”, analiza la educadora. “Nosotros estamos en una comunidad organizada por el movimiento, lo que tenemos hemos logrado con colectividad, solidaridad y lucha. El proyecto de educación de la Vale, a través de su fundación, es cuantitativo. Sus valores son productividad, consumismo”.
Trabajadores de la minera Vale en Minas Gerais informaron secretamente que la empresa tiene la intención de migrar definitivamente a Pará, más allá de ampliar sus emprendimientos en Mozambique, en África. La empresa no confirma esta información.
Edición: Daniel Giovanaz | Traducción: Luiza Mançano