Cárceles superpobladas y pocas posibilidades de resocialización. Ese es el escenario actual del sistema carcelario en Brasil. A través de la paradoja de unir castigo a actividades que rehabiliten a los individuos para la convivencia social, las actividades de resocialización, sin carácter punitivo, son secundarias. De los 574 mil detenidos y detenidas en Brasil, solo 20% trabajan y 8,6% estudian, según la Pastoral Penitenciaria Católica.
A pesar de las escasas oportunidades, la demanda es alta. Cerca de 64,77% de las mujeres encarceladas son analfabetas, pese a la ley N.º 2.230, de 2011, que obliga a todos los establecimientos penitenciarios a ofrecer un espacio adecuado y profesionales para la educación en el cárcel. Todavía, la oferta varia entre enseñanza de educación básica y media para jóvenes y adultos y cursos libres o actividades de formación profesional.
La oferta laboral es realizada en dos modalidades: en el régimen de semi libertad, en que las mujeres presas salen de los establecimientos penitenciarios para trabajar o dentro de ellos, donde hay puestos de trabajo específicos, como los servicios de lavandería.
Estas actividades son fundamentales para garantizar que, al salir de la cárcel, las mujeres puedan tener un empleo. Así, lo que inicialmente era solamente una medida para disminuir el tiempo de reclusión (tres días de trabajo o estudio disminuyen un día en la pena) se vuelve un pase para otras oportunidades.
"Pienso que uno de los frentes de resocialización que ocurre y es eficaz es la educación en el sistema penitenciario. En nuestra experiencia acá en la región, en las cárceles femeninas y masculinas, muchos que recién salieron del cárcel están cursando la Universidad Federal de Vale do São Francisco (UNIVASF), otros realizando las pruebas de ingreso de la Universidad del Estado de Pernambuco o terminando sus estudios de enseñanza secundaria a través del ENEM [Examen Nacional de Enseñanza Media] y otros sistemas de evaluación. Hay aquellos que dentro de la cárcel realizan estudios desde la alfabetización hasta la enseñanza secundaria. Entonces la educación funciona, aunque de modo precario", afirma Ênio Costa, educador y especialista en resocialización y encarcelamiento.
En Petrolina, municipio del estado de Pernambuco, cerca de 60 mujeres están presas en la Cárcel Pública Municipal, que es administrada por la Secretaría Ejecutiva de Resocialización del Estado de Pernambuco. La mayoría de las prisioneras tiene el perfil promedio de las mujeres prisioneras en Brasil, según el análisis de 2014 de Infopen [Análisis Nacional de Informaciones Penitenciarias]: es decir son mujeres negras, jóvenes, madres y encarceladas por tráfico de drogas.
La Pastoral Penitenciaria de la ciudad trabaja hace más 20 años asistiendo a esas mujeres y sus familias, realizando trabajos de acogimiento y recaudación de ropas, calzado y productos de higiene personal.
Para acceder a la cárcel, los equipos deben registrarse y sólo entran los días y horarios consensuados y con identificación propia. Las medidas de seguridad sirven para evitar la entrada de materiales no permitidos y para evitar que parientes de presidiarias entren de forma clandestina, ya que una de las reglas es la prohibición de la inserción de familiares de las detenidas en la Pastoral.
Vale do São Francisco
“La Pastoral tiene esas dificultades porque existe mucho prejuicio, mucha discriminación con los detenidos.
Existe una agenda nacional de la Pastoral, con el apoyo de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil (CNBB) que es la Agenda Nacional Por el Desencarcelamiento, que propone medidas en las Diócesis y la discusión en la sociedad para que haya una movilización para que se den mingas [trabajo colectivo gratuito] de revisiones de procesos y medidas que acaben con la sobrepoblación”, señala Senice Oliveira, miembro de la Pastoral Carcelaria.
Senice también apunta que la actual gestión municipal disminuyó los puestos de trabajo para personas en régimen semiabierto, que trabajaban principalmente en la limpieza de las calles de la ciudad. Cícero Santos, también miembro de la Pastoral Carcelaria, denuncia:
“De enero para acá, cerca de 180 detenidos y detenidas quedaron desempleados con el fin del Programa de Resocialización de Detenidos, que pagaba cerca de un salario mínimo y sacaba a muchas personas de la situación de vulnerabilidad que el presidio impone”.
Ênio Costa, que en su disertación de maestría estudia los modos de vida en la prisión y las perspectivas de resocialización, señala las penas alternativas y una perspectiva de educación libertadora como cimientos de la resocialización y de cambio del sistema carcelario:
"Deben incentivarse otras medidas, como las restaurativas, penas alternativas y otros caminos que hagan que esos sujetos cumplan esa sentencia, pero ligada a un proceso de transformación, de resocialización. La educación es un instrumento de transformación, como dice Paulo Freire, de cambio de la realidad y de transformación del sujeto porque está ligada a un cambio de actitud, funciona como un instrumento de resocialización de hecho."
Edición: Monyse Ravena | Traducción: Luiza Mançano