La reducción de los programas de viviendas populares por el gobierno Temer, la alta tasa de desempleo, la tarifas de transporte más caras. Este escenario hizo disparar el número de personas en situación de calle en la ciudad de Rio de Janeiro, en Brasil.
En todos los barrios, pero principalmente en el centro de la ciudad, el número de personas que duermen en las calles es cada vez más alto. Todas las personas que caminan por la región puedes comprobar esta situación, que también está expresa en los números de la alcaldía de Rio de Janeiro: un estudio de la Secretaria de Asistencia Social y Derechos Humanos demuestra que 14 mil personas viven en las calles de la ciudad.
En 2014, eran 5 mil personas, es decir, un número tres veces menor.
En otros estados brasileños existe el mismo problema. Según la Alcaldía de São Paulo, 15 mil personas duermen en las calles todos los días. El número se duplicó en los últimos 15 años.
En Brasil hay cerca de 101 mil personas en situación de calle, según la investigación del Instituto de Pesquisa Económica Aplicada (IPEA), divulgada a inicios del año. El estudio demuestra que ese es un problema de las grandes ciudades: cerca de 77% de las personas en situación de calle viven en ciudades con más de 100 mil habitantes. En los municipios con hasta 10 mil habitantes, el porcentaje es de 6,63%.
Por ese motivo, el fray Alamiro Silva llama la atención de los habitantes de las ciudades más grandes, con más recursos financieros, que según él, “se apartaron de los problemas del pueblo y se aislaron detrás de los muros de sus modernos castillos”. También dijo que los cristianos necesitan acercarse a los verdaderos problemas que afligen a la población más pobre.
“Mientras los problemas del país se arrastran, veo aumentar el número de personas en la calle acá en el Largo da Carioca [una de las principales plazas de la ciudad], en el centro de Rio, donde vivo. Hay que hacer puentes entre los pueblos y las personas y no muros que encierran y aíslan a los ricos en sus castillos”, propuso.
Edición: Camila Rodrigues da Silva | Traducción: Luiza Mançano