El libro La Doctrina del Shock – El auge del capitalismo del desastre, publicado en 2007, marcó a una generación al proponer –al contrario de lo que se afirmaba– que la implementación del neoliberalismo tenía poco que ver con el avance de la democracia liberal por el mundo. La periodista canadiense Naomi Klein, autora de la obra, afirma que las visiones de la Escuela de Chicago fueron, en principio, puestas en práctica por regímenes autoritarios, justamente porque van a contra marcha de las necesidades de la mayor parte de la población. Según ella, las ideas neoliberales se aprovechan de momentos de crisis para avanzar.
En un contexto turbulento para la región, Klein concedió una entrevista exclusiva a Brasil de Fato en la cual analiza la situación de Brasil a la luz de los debates de su libro.
Según ella, el programa defendido por el gobierno interino de Michel Temer tendría pocas condiciones políticas de ser implementado a través de elecciones. “No hay dudas de que la democracia brasileña está bajo ataque. Es un tipo diferente de golpe”, afirma. “Ellos están explotando una situación de caos, una falta de democracia, para imponer algo que ellos no conseguirían sin crisis y con una democracia real”, explica.
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Brasil de Fato – En su libro, usted denuncia lo que considera la falsa relación entre neoliberalismo y democracia política. Las dictaduras militares latinoamericanas ocupan un rol importante en su argumento. ¿Podría explicar ese análisis para nosotros?
Naomi Klein – El argumento que yo desarrollo en ese libro es que nos contaron un cuento de hadas sobre cómo esta forma extrema de capitalismo colonizó el mundo. Esa versión fantasiosa dice que se expandió pacíficamente a través de las democracias, que la habrían escogido. Sin embargo, si observamos la historia de los primeros lugares donde el neoliberalismo fue impuesto, fue impuesto exactamente de forma opuesta. Fue necesario el derrumbe de la democracia para que él [el capitalismo] se desarrolle.
Las raíces del pensamiento neoliberal están en la Universidad de Chicago, que recibió mucho apoyo de los industriales norteamericanos, que estaban bastantes preocupados con un cambio a la izquierda en los Estados Unidos. Ella recibió apoyo, por ejemplo, del presidente de Citybank. Había mucha preocupación de que, en los años 1960, el espectro ideológico estuviese moviéndose a la izquierda.
Lo que resulta muy interesantes es que cuando hubo un presidente [estadounidense] de derecha a fines de los años 1960 e inicio de 1970, Richard Nixon, a pesar de haber contratado consejeros que venían de la Universidad de Chicago, ellos no consiguieron imponer esas mismas ideas neoliberales extremas en una democracia, porque esas ideas eran muy impopulares.
Es conocido el hecho de que Nixon fue contra los consejos dados por los economistas de la Escuela de Chicago, como Milton Friedman. Él indicó una serie de regulaciones ambientales y medidas de control de salarios y precios, porque la inflación estaba muy alta. Friedman dijo que “Richard Nixon fue el presidente más socialista de los Estados Unido” [risas]. Lo que es importante es que mientras este proyecto falló en los Estados Unidos de aquel entonces, esos mismos economistas introdujeron las ideas neoliberales en América Latina durante la década de 1970, pero apenas después de realizar golpes de Estado.
El ejemplo más famoso es el de Chile: después de la caída de [el presidente Salvador] Allende, cuando los militares hicieron una sociedad con los economistas de la Escuela de Chicago, tornando el país en un laboratorio para implementar esas ideas. Friedman siempre afirmó que la implementación de esas ideas a través de la brutalidad no tenía relación con las ideas en sí, pero personas como Orlando Letelier [diplomático chileno durante el gobierno de Allende] decía que eran dos lados de la misma moneda: no sería posible introducir, a través de la democracia, ese tipo de ideas en países con una gran población pobre que se beneficia de la políticas redistributivas.
Usted manifestaba esperanza sobre la resistencia a los “shocks”, ya que las personas habrían aprendido de las experiencias anteriores. ¿Cómo usted ve, por ejemplo, lo que sucedió en Europa después del 2008, cuando la crisis financiera internacional explotó y políticas de austeridad fueron implementadas en los países del sur de aquel continente?
Esta es una pregunta muy buena. Yo publiqué La Doctrina del Shock en el 2007, poco antes del colapso financiero. Honestamente, yo diría que cuando escribí, fui ingenua. A mi entender sobre como resistir a esa táctica, yo creía que si las personas realmente captasen la táctica –la crisis y el caos siendo aprovechado por las elites para defender políticas inaceptables que las enriquecen y empobrecen a la mayoría– y dijesen “no”, la resistencia funcionaria. Pero yo creo que lo que nosotros vimos con la experiencia de lo que ocurrió en Grecia y en España, y, la verdad, en todo el sur de Europa, es que resistir solamente diciendo “no” –“no queremos la austeridad”– es apenas un primer paso, no es suficiente.
El caso de Syriza es ejemplar: mismo cuando los gobiernos anti neoliberales ganaron, hay maneras de cercarlos. Es necesario un “no” fuerte a la “doctrina del shock”, pero, especialmente en momentos de grandes crisis económicas, también debe haber un “sí” en lo que acreditar: debe haber una articulación simultánea y las alternativas a la “doctrina del shock”, que deben ir más allá del status quo.
Esos momentos de crisis demandan una respuesta. Las crisis dicen que alguna cosa está errada con el sistema. Nosotros sabemos que la derecha tiene la táctica del shock, pero también debe haber lo que yo llamo de “shock popular”: otra alternativa para responder a las crisis.
Esa es la razón por la cual escribí This Changes Everything [Esto lo cambia todo: el capitalismo contra el clima, titulo de la edición en español], porque vivimos en un tiempo de múltiples crisis, en las cuales el sistema esta fallando en varias dimensiones. Está fallando económicamente, pero también ecologicamente. Lo que yo creo es que nosotros precisamos responder a esas múltiples crisis desarrollando una visión valiente sobre cómo la próxima economía debe ser, que pueda sacarnos de esta situación de crisis en serie.
La falla de la centro-izquierda, en general, fue la de no conseguir articular una alternativa no sólo al neoliberalismo, sino también a la economía extractivista en forma amplia.
¿Como usted analiza el impeachment contra la presienta Dilma Rousseff? Algunos analistas brasileños utilizan sus ideas para explicar lo que está ocurriendo. ¿Usted concuerda?
Yo vi esos análisis aplicando la “doctrina del shock” a lo que está sucediendo en estos momentos en Brasil, y pienso que son convincentes. El hecho de que ella [Dilma] fue reelecta ciertamente frustró a las elites brasileñas. También está claro que hay temores [de los políticos] en ser investigados por los escándalos [de corrupción], lo que también impulsó este deseo [de ver a Dilma fuera del gobierno]. Yo no sé cual es la gran motivación, pero hay diversas cosas sucediendo: el deseo de liberarse de las acusaciones de corrupción y el oportunismo de “nunca desperdiciar una crisis”. Esta es una frase de Rahm Emanuel, gobernador de Chicago. Él impuso una serie de políticas neoliberales que fueron increíblemente destructivas, particularmente para la educación y para la habitación.
El PT [Partido de los Trabajadores], bajo ningún aspecto, fue perfecto. Sin embargo, la redistribución llevó a la reducción de la desigualdad y se combatió la pobreza extrema. Eso es significativo y creó las condiciones para la reelección.
Yo realmente no se cual fue la fuerza motriz, pero la reelección de Dilma ciertamente desmoralizó a las elites brasileñas y las hizo entender que no tendrían condiciones de imponer esas políticas lucrativas para ellas.
Responder a la crisis no es algo nuevo. Lo que yo argumento en el libro La Doctrina del Shock es que el neoliberalismo fue una manera oportunista de hacer eso, no para resolver las causas de la crisis, sino apenas para imponer políticas que enriquezcan a las elites y causen mayor crisis. Es eso lo que estamos viviendo en Brasil.
El FMI [Fondo Monetario Internacional] acabó de publicar un documento en el cual decía que el neoliberalismo falló completamente: no produjo crecimiento, produjo desigualdad masiva e inestabilidad. Y esas son precisamente las políticas que están siendo impuesta en Brasil. Como una supuesta solución a la crisis económica, aunque sepamos que no funciona. Eso no ocurrió porque las elites brasileñas no leyeron el documento del FMI, sino porque son políticas increíblemente lucrativas para una minoría de la población. Ellos están explotando una situación de caos, una falta de democracia, para imponer lo que ellas no conseguirían sin crisis y con una democracia real.
¿Usted concuerda con la idea de que se trata de un golpe?
No hay dudas que la democracia brasileña está bajo ataque. El combate a la corrupción es apenas un pretexto para librarse de la presidenta electa democráticamente. Es un tipo diferente de golpe. No se trata de un golpe militar, con tanques en las calles –y nosotros no debemos decir que son la misma cosa–, pero, efectivamente, esta aconteciendo un profundo ataque a la democracia.
La “historia oficial” del neoliberalismo apunta a los gobierno del Reagan [EEUU] e Thatcher [Reino Unido], en países concebidos como democráticos, como los orígenes de esas políticas. En su libro, cita como Thatcher combatió a los sindicatos. ¿Hasta mismo en democracias, el neoliberalismo es autoritario? ¿Debemos esperar esta misma situación en Brasil?
Lo que yo argumento en La Doctrina del Shock es que Thatcher no fue capaz de imponer la agenda neoliberal en el Reino Unido en su primer manato. Ella hasta escribió una carta a [Friedrich von] Hayek que yo cito en mi libro: en democracia, es imposible hacer lo que fue hecho en Chile. Lo que sucedió es que la Guerra de Malvinas [de Inglaterra contra Argentina] estalló y ella explotó el sentimiento híper nacionalista y se reinventó como la “primera ministra para tiempos de guerra”, tal como Churchill, y consiguió ganar su reelección, y entones atacó a los sindicatos.
Los sindicatos son siempre una gran barrera a la implementación de la agenda neoliberal. Yo cuento la historia de lo que ocurrió en Bolivia en los años 1980, cuando líderes sindicales eran secuestrados para que no se pudiesen organizar, mientras el choque neoliberal era impuesto.
Obviamente, habrá algún tipo de estrategia para desmovilizar. Pero yo creo que, en Brasil, el juego aun no terminó. Las historias están cambiando a cada momento, las personas están haciendo exactamente lo que ellas deberían hacer, resistiendo en las calles. Las escuchas telefónicas revelando la trama antes del golpe continúan creando una crisis [política]. Eso precisa ser divulgado fuera de Brasil, colocando presión sobre los gobiernos extranjeros. Nosotros no precisamos aceptar la idea de que todo va a continuar como está.
Recientemente, tuvimos un gran desastre ambiental en Brasil. En su obra This Changes Everything, usted coloca que el capitalismo no sólo aumentó la desigualdad, sino que, hoy, también representa un riesgo para la propia existencia de la humanidad. ¿Puede explicarnos eso?
Lo que sabemos es que si continuamos haciendo lo que estamos haciendo, alcanzaremos un nivel de calentamiento insostenible. Estamos en momentos en que el capitalismo y la búsqueda por el crecimiento perpetuo están contra la vida en la Tierra. Estamos llegando a un nivel en que buena parte del planeta será inhabitable por los humanos. Está sucediendo más rápido de lo imaginado. El blanqueamiento de los corales, el año pasado, fue en una escala sin precedentes. La India y Paquistán están pasando por ondas de calor de 51°C –algo que los humanos no consiguen aguantar. Y eso representa, en la media global, un aumento de apenas 1°C– y nosotros estamos caminando para un aumento de 6°C, a no ser que acciones gubernamentales diferentes de las que están siendo implementadas hasta ahora sean tomadas.
Las crisis son señales diciendo que hay algo errado en la forma como organizamos nuestra sociedad. Las crisis económicas apuntan para el hecho de que es algo sistémico. Cuando pensamos en las décadas de 1920 y 1930, cuando ocurrió la Gran Depresión, la izquierda respondió con alternativas muy fuertes: propuestas sobre como reinventar aquel sistema. Cuando enfrentamos un choque climático –incendios, inundaciones, grandes tempestades– nosotros debemos responder intentando cambiar el sistema para que paremos de enfrentar esos choques.
El Acuerdo de Paris [sobre el clima] no está lo suficientemente próximo de nuestras necesidades, él no tiene poder vinculante –es por eso que Donald Trump dijo que cancelaría [la participación de los Estados Unidos en el acuerdo].
Eso esta ocurriendo porque tenemos un sistema que no incita a emprender la búsqueda por el crecimiento infinito a cualquier precio. Nosotros tenemos economías extractivistas, y vemos que los gobiernos de izquierda también fallaron en confrontar esa lógica. Eso es verdad para Venezuela, Ecuador y para Brasil, también.
Es por eso que digo que, en momentos de crisis, el sistema se revela como irreversible. Nosotros debemos decir “no” a la doctrina del choque, pero también debemos ir más allá, proponer un “sí”. Tenemos que elaborar una visión que va hasta la raíz, tanto de la inestabilidad económica, como de la ecológica. En este momento, ese es el verdadero desafío para las brasileñas y los brasileños. Lo que nosotros sabemos de otro países es que tan sólo el “no” no es suficiente, porque en crisis económicas, las personas quieren soluciones. Ellas no quieren la “doctrina del shock”, entonces la pregunta es: ¿Cuál solución? ¿Cuál plan?
Esa era mi próxima pregunta…
Yo no puedo responder para el contexto brasileño, pero puedo decir que en Canadá, donde vivo, estuve vinculada en un proceso con diversos movimientos sociales que culminó en el Manifiesto de Salto [Leap Manifesto]. Es una propuesta de la sociedad que queremos: cómo pasar de una economía extractivista –que explota sin fin a la Tierra, los cuerpos y la sociedad– para un modelo que respete el planeta y que garantice el respeto por el otro. Nosotros elaboramos demandas por políticas que nos harían llegar allí. Fue un proceso maravilloso de conectar movimientos, ambientalistas, organizaciones contra la austeridad, contra los tratados de libre comercio como el TTPP, en defensa de los derechos indígenas.
Nuestra perspectiva se fundamenta en la visión de un mundo de los pueblos originarios, aprendiendo con las primeras naciones de nuestro país. Defendemos, por ejemplo, el uso de la energía 100% renovable, pero queremos también cambiar las formas de propiedad: ni el control de las grandes corporaciones, ni del gran poder estatal, queremos control comunitario. Además, los primeros beneficiarios de ese modelo deben ser las comunidades afectadas por la industria sucia. Así, [en Canadá], en primer lugar los indígenas y, luego inmediatamente, los latinos y negros.
Es lo que llamamos de transición justa para la próxima economía. Nosotros intentamos elaborar eso, tal vez sea útil para que las personas en Brasil conozcan y se inspiren en realizar un proceso semejante: juntarse e imaginar el diseño de una economía pos extractiva.
Traducción: María Julia Giménez
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